Estamos en esa época del año en la que han pasado ya unos mesecitos desde que el cotillón, las uvas y los buenos propósitos convivieran. Desde entonces habrán pasado dos cosas: una, que hayas empezado tus propósitos de año nuevo y los estés realizando o, dos,  que los listaras y los tuvieras perfectamente claros pero que, si empezaste, los dejaste o, incluso quizás, ni si quiera empezaste. Si eres de los primeros, enhorabuena; has logrado tener la suficiente fuerza de voluntad, además de convencimiento del objetivo de tu propósito y has encontrado la energía suficiente para llevarlo a cabo, sin excusas, sin impedimentos. Si eres del segundo caso, quizás este artículo te sea de interés.

¿Frustrado? Qué es sino la frustración más que ese sentimiento de mal estar por no haber logrado nuestros objetivos.  A veces nos ponemos objetivos poco realistas y otras, simplemente, no era el momento para marcárselos. En ocasiones es la propia existencia de nuestra vida la que nos desvía del camino para enfocarnos en otras prioridades.

En esta ocasión quiero partir del supuesto que hemos elegido un objetivo plausible. Supongamos que era algo a nuestro alcance y era el momento pero, ni aun así, hemos sido capaces de mantener la rutina o, ni tan siquiera, de empezarla. La idea en nuestra cabeza es estupenda y los beneficios son, sin duda, estupendos para nosotros. Sin embargo, por alguna fuerza extraña del universo, no lo llevamos a cabo.

Según la medicina china, las emociones están estrechamente relacionadas con los órganos de nuestro cuerpo. En el tema que nos ocupa, el hígado, la vesícula biliar, el bazo y los riñones son los que están involucrados. La energía del hígado crea el plan o estrategia y la decisión final corresponde a la vesícula. Ambos mantienen relaciones tan estrechas que suelen tratarse juntos. Los riñones están relacionados con la responsabilidad, determinación y fuerza de voluntad. Por tanto, si el hígado ha funcionado correctamente, nos propone una idea. La vesícula la recoge y decide cuál es el mejor propósito y el riñón nos da la energía para llevarlo a cabo. El bazo tiene que ver con el pensar y recordar. Si estamos permanentemente pensando y nos preocupamos demasiado generando ansiedad o angustia, congestionamos al bazo. Y ahí es cuando nos torturamos a nosotros mismos. Es cuando sentimos que no valemos nada pues no somos capaces de cumplir con nuestros propósitos marcados.

Si vemos al cuerpo como un todo, no sólo es importante entender qué esquemas mentales nos han llevado a esta situación sino que es de vital necesidad comprender que, tonificando a los órganos, podremos hallar la vitalidad suficiente para cumplir nuestros propósitos. Podemos montar una bicicleta oxidada, y pedalear con fuerza extra para que el engranaje mal-funcione y nos lleve a donde queremos llegar. Pero no basta con quererlo. Desengrasar el mecanismo facilitaría mucho las cosas y nos haría sentir que montar en bici no es algo tan duro, complicado y que requiera de tanto esfuerzo.

Muchas veces nos sentimos que los propósitos son siempre caminos cuesta arriba, tediosos y arduos, que requieren, por necesidad, de un sobre esfuerzo. Bueno, si nos comparamos como ese ciclista, el camino no será igual de duro con una bicicleta en condiciones que con una que no esté a punto. La mente es poderosa, pero no camina sola. Nuestro cuerpo es el engranaje que nos acompaña y nos ayuda a llegar al objetivo al que queremos llegar. Nunca es tarde para engrasar la bicicleta y ponerla a punto. ¡Ánimo con esos objetivos!